"La camiseta del Real Madrid es blanca, se puede manchar de barro, sudor y hasta de sangre, pero nunca de vergüenza". (Santiago Bernabéu)

domingo, 1 de mayo de 2011

Mal presagio

De Bleeckere vuelve a cruzarse con Mourinho, uno de los árbitros nombrados en la rueda de prensa del ¿por qué? pitará el partido de vuelta en el Camp Nou. Este árbitro expulsó a Motta el año pasado con el Inter de Milan del portugués en la vuelta de semifinales de Champions. Junto con Stark, Ovrebo y Busacca, De Bleeckere fue otro más criticado por Mourinho y con razón ya que prestó "servicios" al Barcelona el año pasado expulsando a Thiago Motta. 
Al margen de todo esto, todo cierto, al colegiado belga el partido se le presenta un poco áspero, después de las declaraciones de Mourinho en rueda de prensa, y del teatro que se trajo el Barsa.... lo tienes jodido machote, veremos como afronta este partido y al final, si colabora con algún equipo... aunque todo madridista sabemos el mal presagio. A, suerte que Guardiola no ha hablado mal del árbitro, porque si no ya mismo teníamos otro.

Depresión blanca, cansancio azulgrana

Ambiente de tristeza y de confusión en el Bernabéu. Muchas pancartas pro Mourinho, y de las de verdad, no de esas tan bien manufacturadas que se nota que son de camelo. Casillas y Ramos  salieron con una copia de la Copa, pero la portaban como una urna funeraria. No hay día más doloroso cada año para el Madrid que aquel en que le apean de Europa y por los rostros de todos se nota que se sienten eliminados. Como se sienten fuera de carrera en la Liga. El equipo salió sin ánimo, con una depre contagiosa que no se conseguían sacudir ni los que necesitaban aprovechar la oportunidad.
Lo que tenían enfrente era lo contrario: un equipo con el abismo detrás y decidido a vender cara su piel. Un equipo que jugó bien sus cartas, consciente de dónde tenía que guardar, de dónde tenía que buscar. Así que ganó. El Madrid malgastó una hora arrellanado en su depresión, de la que sólo le sacaron los goles del contrario y las apariciones de Marcelo y Di María. Ellos metieron bulla y los goles hicieron más prudente al Zaragoza, así que el final fue un asedio. No alcanzó. Para más martirio, el Madrid acabó otra vez con diez (justamente) y un penalti a Kaká fue al limbo. Pero fue un mal Madrid.
Luego compareció el Barça en Anoeta, con muchos reservas también, pero con aire de ir a cobrar el número premiado de la lotería. Una victoria les pondría a once puntos, a uno del alirón. Y se puso por delante, muy bien, ante una Real medrosa, que reculaba. Pero entre la salida de Piqué, la reacción desesperada de la Real y un gol anulado a Milito (este, sí, por dos centímetros) aquello dio la vuelta. La Real se abrazó feliz mientras el Barça se retiraba dejando la sensación de que tiene la reserva encendida. Esta tremenda agarrada está agotando física y mentalmente a los dos.